¿Si se le hubiera dado a elegir a Tarzán, entre una vida
comodona en la “civilización”, o ser el “rey de la selva”, qué hubiera elegido?
No lo sé, pero el Barón Cósimo Piovasco de Rondó, eligió que, la vida, la
pasaría en los árboles.
Esta decisión toma por sorpresa al lector (al que no ha
hecho trampa, al que no ha ido leyendo resúmenes chapuceros por ahí) hasta
podría resultar intolerable el argumento planteado, ¿mantener un personaje, que
en un determinado momento, tiene el prurito de vivir sólo en los árboles, para
toda su vida? Pero es por eso mismo que te atrapa. Cómo resolverá sus
necesidades, desde las más básicas, pasando por el amor y su crecimiento
intelectual.
Porque el Barón Cósimo que tenía 12 años -aún no ostentaba
ese título, lo heredaría después de su padre- cuando toma esa decisión, no se aparta
totalmente de su familia ni de su entorno, al contrario, interactúa más con
ellos desde lo alto de sus árboles. En un breve primer capítulo, se nos
presenta magistralmente a la familia del barón Cósimo, perteneciente a una
familia de rancio abolengo pero en decadencia.
Y es que cada miembro de la familia Piovasco de Rondó, vive
encerrado en su manía y obsesión, sus usos y costumbres de familia noble demodé.
Una vida que el joven Cósimo rechaza, y entonces decide autoexiliarse, y nos
resulta tan lógico, que hasta uno desearía acompañarlo…